A IMPORTANCIA DE LA FE
"La fe es la fuerza que sostiene la vida, tanto en el
individuo como en la sociedad, y la que le mantiene en movimiento hacia arriba
y hacia adelante. Es, por tanto, la fuerza que une al hombre con el futuro.
Cuando se tiene fe, se puede albergar confianza en el futuro, aún en períodos
en que los sueños o las esperanzas no parecen que vayan a cumplirse".
Es difícil hablar de la fe. Fe en qué. Cuando
se trabaja en terapia se pretende ayudar a recuperar la capacidad de sentir
placer. La tarea del terapeuta es comprender que le ocurre al paciente, mientras
que la tarea del paciente es profundizar en los conflictos emocionales que
bloquean el flujo de los sentimientos. Descubrir aquello que dificulta la
respiración y la motilidad del cuerpo, esto permite sacar al paciente de su
estado depresivo y en ocasiones, permitir que su estado y su comportamiento
quede estable y sano.
Una persona con fe no se deprime, y a su vez,
una persona deprimida es alguien que ha perdido su fe. Una persona deprimida es
alguien que se encuentra perturbada psicológica y físicamente. Estas personas
han perdido la capacidad de sentir placer, y se sienten gravemente disminuidas.
Es preciso recuperan esa capacidad. Los pacientes recuperados, nunca hablan de
haber encontrado una fe que les ayudara a vivir; pero vistas las cosas de
manera retrospectiva, es claro que la han reencontrado.
La persona con fe no se deprime, es decir que
hay conexión entre su depresión y la falta de fe. Actualmente, en la sociedad ha
aumentado mucho la desilusión y la pérdida de fe, y juntamente con ello la
enfermedad denominada depresión. Nuestra fe se ha ido minando en forma progresiva.
Si recordamos que la ansiedad y la depresión forman
parte de un miso síndrome y pensamos en la cantidad de drogas que se consumen
para controlar esos estados (tranquilizantes, antidepresivos, sedantes y píldoras
para dormir), nos podemos hacer una idea de su ubicuidad. La persecución frenética
de la diversión y la demanda continua de estimulante apoyan esta observación.
Ante la desilusión y la pérdida de fe, sólo
hay que hablar con la gente para darse cuenta de lo desencantada que está del
mundo de hoy. Los que más reclaman son los jóvenes, con su uso de drogas recreativas, por su parte, los mayores
comparten recelos similares, al ver constantemente el deterioro de los valores
morales, un progresivo aumento progresivo del deterioro religioso y comunitario
que ligan al bienestar de un hombre con el de otro, conjuntamente con la
disminución de la espiritualidad, y un aumento del énfasis en el dinero y el
poder. Nuestra fe se ha ido minando progresivamente. Lo paradojal de esto es
que la humanidad ha vivido tiempos mucho más difíciles y no ha ocurrido esto.
Cuando se pierde la fe, parece perderse también
el deseo y el impulso de alcanzar cosas, de comunicarse y luchar.
Creo que no importa qué dioses se adoren o qué
creencias se tengan, siempre que la fe sea profunda. La fuerza que se da a la
fe no está en su contenido sino en su naturaleza.
Por otra parte, seguir las reglas es un
camino seguro para no hacerse daño; pero no es el camino del placer ni de la fe
en la vida.
Para la mayoría de los psiquiatras esta
implicación religiosa parece introducir un factor místico que no se puede
estudiar ni controlar por medios objetivos ni explicar por medios científicos y
racionales. Su resistencia a emplear este término es de alguna manera
comprensible. Pero esa postura, que es tan evidente en Freud y otros autores
psicoanalíticos, no debería impedirnos examinar el papel que juega la fe en las
vidas humanas.
Al tratar de comprender la relación del
hombre consigo mismo y con su mundo no podemos olvidar el concepto de fe. La fe
pertenece a un orden de experiencia diferente del conocimiento. Es más profunda
que el conocimiento puesto que a menudo le precede como base de acción y
continua afectando al comportamiento incluso cuando su contenido es negado por
el conocimiento objetivo.
La persona que no tiene fe no puede amar, y
la persona que no puede amar no tiene fe.
A pesar de que corren tiempos difíciles, la
mayoría de la gente de tiene una especie de fe interior en que las cosas van a
salir bien. Creo que esta fe en el proceso ordenado de la vida es lo que
sostiene a la gente en sus actividades diarias.
Si no tuviéramos fe en que nuestro esfuerzo
iba a ser bien recompensado, faltaría la motivación para esforzarse. La
necesidad no es un no es un incentivo suficiente. Los pacientes depresivos
tienen la misma necesidad de funcionar que todo el mundo, pero eso no los mueve.
Se han rendido; han perdido la fe y se han resignado a morir.
La intima conexión entre pérdida de fe y
muerte aparece clara en situaciones de crisis. En asuntos de vida o muerte la
fuerza de la fe puede ser un factor decisivo que empuje al hombre a sobrevivir
allí donde otros mueren. Sólo aquellas personas cuya vida tiene algún
significado tienen la fortaleza para seguir vivos. Aquellos que carecen de
dicha convicción se abandonan y mueren. No tiene la voluntad para seguir
luchando por su vida. Se puede decir que la gente fuerte tiene fe y la gente
que tiene fe es fuerte. Se puede decir que un aspecto es reflejo del otro. La fe
de una persona es la expresión de su vitalidad interior como ser vivo, igual
que su vitalidad es una medida de su fe en la vida. Ambos dependen de procesos
biológicos dentro del organismo.
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